CODA

Coda
[1.4.14]

Aún no había tenido tempo de colgar en el blog la entrada anterior cuando ya hacen su aparición motivos para seguir desesperando. Esta claro que acerté cuando dije que era mejor tomar distancia del manicomio en que se está convirtiendo la opinión publicada.

Dos ejemplitos. Uno de arena y otro de cal.

El primero:  El esforzado columnista de “El Mundo”, que hoy dice lo que a continuación les trascribo, bajo el sugerente título de “Las manifas”: “El último cancan vino por el cruce de hostias que coronó las nobles Marchas por la Dignidad entre una recua marginal de lanzapiedras y un feroz despliegue de policías”.
Enternecedora manera de contar lo que pasó y aun mas enternecedora forma de referirse al despliegue policial, que siempre es, como es lógico y todo el mundo sabe, “feroz”. Lo otro es un simple “cruce de hostias”, nada que deba inquietarnos, algo lógico y natural en las marchas nobles y (por supuesto, por supuesto) pacíficas.
Lo de “la recua marginal de lanzapiedras” también induce a la ternura. Si, ya se sabe que son un poco burros (de ahí, imagino, lo de recua) pero a saber por qué las lanzan (las piedras). No hay que prejuzgar diciendo que las tiraban a las cabezas de los policías. Eso es de mal pensados. Quizá solo hacían deporte.  O intentaban estimular el empleo provocando la reactivación del sector del mueble urbano y la industria cristalera.  O qué sé yo. Hay quien se empeña en no darse cuenta de los elevados motivos que siempre subyacen al hecho, casi místico, de descalabrar a un padre de familia que, embutido en un incomodo uniforme, es enviado a la calle para que se quede quieto (prudencia, prudencia) mientras una recua (ahora sí) aterroriza al viandante y el contribuyente prepara el bolsillo para pagar los desperfectos de la fiesta. 

El otro es la de cal. Al menos hay alguien que contesta. Discreta pero claramente. Raúl del Pozo pone los puntos sobre las íes del anticipo (¿inocente?) del libro y de la entrevista promocional que el periódico (El Mundo) le hizo a la serpentina y vetusta autora.
(Es algo de muy mala educación pero parece inevitable preguntar ¿por qué ahora?. Las respuestas –imaginativas todas- son variopintas: resentimiento, venganza por el alejamiento, ejercicio de marca que obedece a la consigna “nunca todos los huevos en la misma cesta”, toma de posiciones “en corto”, toma de posiciones en “medio”, demostración de poderío, simple megalomanía frustrada. Cualquiera sabe. Pero usted apúnteselas todas. Y si alguien le dice que todo es mas simple, que se trata del nobilísimo ejercicio de servicio a la verdad, no lo dude, échese a reír con ganas). 

La única cuestión, penosa, muy penosa: ¿Cómo se recoge ahora el agua derramada?.

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